sábado, 22 de noviembre de 2008

Lectura nº 3

¿Qué es una concepción del mundo?
F. Engels: Anti-Dühring. Grijalbo.

Una concepción del mundo no es un saber, no es conocimiento en el sentido en que lo es la ciencia positiva. Es una serie de principios que dan razón de la conducta de un sujeto, a veces sin que este se los formule de un modo explicito. El ver casi como hechos de la naturaleza particularidades de las relaciones entre hombres, buena parte de la consciencia de la vida cotidiana puede interpretarse en términos de principios o creencias muchas veces implícitas inconscientes en el sujeto que obra o reacciona.
Esos principios están explícitos en la cultura de la sociedad en que vive. Esa cultura contiene por lo común un conjunto de afirmaciones acerca de la naturaleza del mundo físico y de la vida, así como un código de estimaciones de la conducta. La parte contemplativa o teórica de la concepción del mundo esta íntimamente relacionada con la parte practica, con el código o sistema de juicios de valor a través de cuestiones como la del sentido de la vida humana y de la muerte, la existencia o inexistencia del principio ideal o espiritual que sea causa del mundo, etc.
La existencia de una formulación explicita de la concepción del mundo en la cultura de una sociedad no permite, sin embargo averiguar cual es la concepción del mundo realmente activa en esa sociedad, pues el carácter de sobreestructura que tiene la concepción del mundo no consiste en ser un mecánico reflejo, ingenuo y directo, de la sociedad social y natural vivida.
Para el estudio de las relaciones entre concepción del mundo y ciencia positiva basta con atender a los aspectos formales de ambas.
Las concepciones del mundo suele presentar unas puntas muy concentradas y conscientes en forma de credo religioso-moral o de sistema filosófico. Esta segunda forma fue muy característica hasta el siglo XIX. La filosofía sistemática se vio arrebatar un campo temático tras otro por las ciencias positivas, y acabo por intentar salvar su sustantividad en un repertorio de supuestas verdades superiores a las de toda la ciencia. En los casos más ambiciosos la filosofía sistemática presenta más o menos abiertamente la pretensión de dar de sí por razonamiento el contenido de las ciencias positivas. En este caso, la concepción del mundo quiere ser un saber, conocimiento real del mundo, con la misma positividad que el de la ciencia.
Esta pretensión puede considerarse definitivamente fracasada hacia mediados del siglo XIX, precisamente con la disgregación del más ambicioso sistema filosófico de la historia, el de Hegel. El sistema de Hegel pretende desarrollar sistemáticamente y mediante afirmaciones materiales la verdad del mundo.
Las causas por las cuales la pretensión de la filosofía sistemática acaba por caducar son varias. La casusa principal es la definitiva y consciente constitución del conocimiento científico positivo durante la Edad Moderna. Un conocimiento que se caracteriza formalmente por su intersubjetividad, y prácticamente por su capacidad de posibilitar previsiones exactas.
Que un conocimiento es intersubjetivo quiere decir que todas las personas adecuadamente preparadas entienden su formulación del mismo modo, en el sentido de que quedan igualmente informadas acerca de las operaciones que permitirían verificar o falsar dicha formulación. Las tesis de la vieja filosofía sistemática, de los dogmas religiosos y de las concepciones del mundo carecen de esos rasgos. Esos rasgos dan el hombre una seguridad y un rendimiento considerable, el conocimiento que los posee, el científico positivo, va destronando al pensamiento de la filosofía sistemática tradicional.
El que las concepciones del mundo carezcan de aquellos de los rasgos característicos del conocimiento positiva no es cosa accidental y eliminable, sino necesaria: la concepción del mundo contiene esencialmente afirmaciones sobre cuestiones no resolubles por los métodos decisorios del conocimiento positivo, la verificación o falsación empíricas y la argumentación analítica (deductiva o inductivo-probabilística).
Estos rasgos permiten plantear correctamente la cuestión de las relaciones entre concepción del mundo y conocimiento científico-positivo. Una concepción del mundo que tome a la ciencia como único cuerpo de conocimiento real se encuentra visiblemente por delante y por detrás de la investigación positiva. Por detrás, porque intentara construirse de acuerdo con la marcha y los resultados de la investigación positiva. Y por delante porque, como visión general de la realidad, la concepción del mundo inspira o motiva la investigación positiva misma.
La concepción materialista y dialéctica del mundo esta movida por la aspiración a terminar con la obnubilación de la conciencia, con la presencia en la conducta humana de factores no reconocidos o idealizados. Es una concepción del mundo explicita.
La percepción marxista del mundo no puede considerar sus elementos explícitos como un sistema de saber superior al positivo. El nuevo materialismo, escribe Engels en el Anti-Dühring: “no es una filosofía, sino una simple concepción del mundo, que tiene que sostenerse y actuarse no en una sustantiva ciencia de la ciencia, sino en las ciencias reales. En el que queda superada la filosofía, es decir, tanto superada como preservada; superada en cuanto a su forma, preservada en cuanto a su contenido real”.
Esta concisa y expresiva formulación de Engels supone la concepción de lo filosófico no como un sistema superior a la ciencia, sino como un nivel del pensamiento científico: el de la inspiración del propio investigar y de la reflexión sobre su marcha y sus resultados.
La recusación de toda la filosofía sistemática es que no hay conocimiento a parte, por encima de lo positivo. Puesto que su punto de partida y de llegada es la ciencia real, esa concepción del mundo no puede querer más que explicitar la motivación de la ciencia misma. Esta motivación puede llamarse inmanentismo: el principio de que la explicación de los fenómenos debe buscarse en otros fenómenos, en el mundo, y no en instancias ajenas o superiores al mundo. Este principio esta en la base del hacer científico, el cual perdería todo sentido si en un momento dado tuviera que admitir la acción de causas no-naturales.
En este postulado de inmanentismo, definidor de la posibilidad del concomiendo científico, se basa la concepción marxista del mundo. El materialismo es lo primero en el marxismo incluso históricamente.
El materialismo no es sino uno de los dos principios fundamentales de lo que Engels llama concepción comunista del mundo. El otro es el principio de la dialéctica. Se inspira no tanto en el hacer científico-positivo cuanto en las limitaciones del mismo.
La ciencia positiva realiza el principio del materialismo a través de una metodología analítico-reductiva. Su eliminación de factores irracionales en la explicación del mundo procede a través de una reducción analítica de las formaciones complejas y cualitativamente determinada a factores menos complejos y más homogéneos cualitativamente, con tendencia a una reducción tan extrema que el aspecto cualitativo pierda toda relevancia.
El análisis reductivo practicado por la ciencia tiene regularmente éxito. Es un éxito descomponible en dos aspectos: la reducción de fenómenos complejos a nociones mas elementales, mas homogéneas y, desprovistas de connotaciones cualitativas, lo que permite penetrar material y eficazmente en la realidad, porque posibilita el planteamiento de preguntas muy exactas. Por otra parte, el análisis reductivo posibilita a la larga la formación de conceptos mas adecuados.
Pero porque se basan en un análisis reductivo que prescinde, por abstracción, de la peculiaridad cualitativa de los fenómenos complejos analizados y reducidos, los conceptos de la ciencia en sentido estricto son invariablemente conceptos generales cuyo lugar esta en enunciados no menos generales, leyes. Con ese conocimiento se pierde una parte de lo concreto, la parte decisiva para la individualización de los objetos.
Los todos concretos y complejos no aparecen en el universo del discurso de la ciencia positiva, aunque ésta suministra todos los elementos de confianza para una comprensión racional de los mismos. Lo que no suministra es su totalidad, su consistencia concreta. El campo o ámbito de relevancia del pensamiento dialectico es precisamente el de las totalidades concretas.
La concepción del mundo tiene por fuerza que dar de si una determinada comprensión de las totalidades concretas.
La tarea de una dialéctica materialista consiste en recuperar lo concreto sin hacer intervenir más datos que los materialistas del análisis reductivo, como resultado nuevo de la estructuración de estos en la formación individual o concreta en los todos naturales. La palabra análisis no tiene aquí el mismo sentido que en la ciencia positiva. El análisis marxista se propone entender la individual situación concreta sin postular más componentes de la misma que los resultantes de la abstracción y el análisis reductivo científicos.

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